Ella no se esmera con los halagos pero esas efímeras palabras mal conjugadas endulzan mi oído y embrutecen mi razón dejándolas entrar como un bello y perfecto verso de Shakespeare. Es tan fácil y ruin mi corazón que se regala con la primera que le brinde atención, como culparla a ella de mi debilidad de ese defecto sentimental sí ella tan sólo es lo que es, pero ahí está mi mente creativa tornando aquella mezquina joven en una dama de vestidos deslumbrantes, haciéndola merecedora de mi corazón.

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