Cuando le pidas un amor al cielo, pídele a Dios a que te enseñe verdaderamente a amar. Por eso es que a muchas personas cuando algo bueno les llega a sus vidas lo dejan caer. Pedimos constancia, pero no una disciplina para devorarla. Pedimos por algo real y verdadero, pero no tenemos la fe suficiente para no razonar que es “demasiado bueno para ser cierto”. Pedimos que confíen en nosotros, pero no tenemos la fortaleza suficiente para confiar en el otro. Queremos el premio sin hacer el proceso para conseguirlo. Para que las cosas salgan bien se requiere de sinceridad, determinación, compromiso y coherencia. Hay que aprender a sacrificarse y no dejar ir aquello que vale la pena, aquello que es especial.

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