¿Hola, cómo estás? - te pregunte al oído - y susurrando casi en silencio me acerque a ti,
¿eres demonio o solitaria princesa en esta noche?
y solo mirándome a los ojos me contestaste: eso depende de ti.
En esa plateada luna nos reflejamos como el aliento encendido de un dragón, nos inundamos de besos y liberamos a Eros de su prisión, como desobedeciendo a los dioses que temían por error por esa aventura prohibida entre tus piernas y yo. Se fue corriendo el rumor de este mundo que incendió, la más vivida lujuria de esos días en vela cuando el cielo amaneció
y yo perdido en tu destino, pude ver en tus ojos cuando amor me dabas.
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