Recuerdo los días en que acariciabas mi alma entre miradas profundas y tus suspiros. Cuando solo el roce de tu piel enloquecía mis sentidos y flotaba en el paraíso del amor. Cuando tus besos me hacían entrar en el trance del deseo cada vez que se acercaba tu boca a la mía. Eras consciente de que la vida te daba una nueva oportunidad después de años viviendo en la oscuridad de tus errores, sumergiéndote en cuerpo y alma en un destino que tantas veces habías implorado, agradecida porque al fin encontraste al hombre que siempre anhelaste. Ha pasado ya mucho tiempo de aquellos días y aun mantengo viva la ilusión de que tal vez aceptes tu destino, que abrevies el camino para que sea algo definitivo el vivir nuestro amor en plena libertad. Te sueño en las noches y también en los días, pero tus miedos y el pasar del tiempo sin ver que reaccionas hacen crecer en mí el mar del escepticismo, que tal vez sea un error seguir esperando lo que nunca llega, que mi vida debe tomar otro rumbo porque este es el equivocado. Tú luchas entre la razón y el corazón para ser valiente y arriesgarlo todo en pro de nuestra felicidad, yo peleo cada día por mantener la firme decisión de que tu eres la mujer de mi vida, mi corazón me lo grita pero mi cabeza no deja de decirme que se me está escapando la vida sin vivirla. No sé por cuánto tiempo más voy a esperar. Si el definitivo adiós llega no me eches en cara que yo tuve la culpa de que lo nuestro termino para siempre. He esperado, sufrido, y ahora en mi interior domina la amargura, cada vez me queda menos atisbo de esperanza, de confianza de que un día estemos juntos para siempre, prevalece el desengaño, insiste la desilusión y la frustración.
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