domingo, 23 de abril de 2017

"LUGAR ÍNTIMO"

Tan solo nos habíamos visto una vez pocos días antes. Para nuestro segundo encuentro me pediste un lugar íntimo, alejado de todas las miradas, donde poder conocernos mejor. Allí estábamos los dos, callados, no necesitábamos palabras, todo lo decíamos con nuestras miradas. Te colocaste sobre mis rodillas y nos besamos, los primeros besos fueron suficientes para mostrar que nos deseábamos, que la pasión que ambos guardábamos durante años se desataría de manera incontrolable. Lejos de lo que hubiera sido lo normal no estábamos nerviosos, nuestras miradas se encontraban mostrando el amor que acababa de nacer entre los dos, con la inmensa necesidad de estar uno en brazos del otro. Miraba tu rostro, tus labios, tus ojos, esos ojos que me invitaban a perderme en tu mirada. No podíamos despegar nuestros labios, los besos cada vez eran más intensos. Deslice una de mis manos sobre su vestido hasta llegar a uno de sus muslos y acaricie por primera vez su piel. Su tacto me produjo una sensación embriagadora que recorrió todo mi ser. No era la primera vez que ambos estábamos íntimamente con otra persona, pues el sexo común ya lo habíamos probado los dos, uno más que el otro, pero esto, esto era nuevo, estábamos a punto de hacer el amor con amor por primera vez en nuestras vidas. El lecho donde nuestros cuerpos se iban a fusionar en uno solo estaba lleno de pétalos de rosas, impregnando el aire de la habitación de un aroma embriagador, iluminada por unas pocas velas esparcidas. Nos besábamos lentamente mientras nos íbamos desnudando sin dejar de acariciarnos. Recorrí su cuerpo deleitándome en cada rincón mientras inhalaba su olor, limpio, fresco, delicioso. Su piel sedosa y su cabellera extendida sobre las sabanas me hacían admirar todo el esplendor de su hermosura. Sus gemidos y jadeos con mi cabeza entre sus muslos me fueron anunciando que me iba a regalar lo más profundo de su ser, toda la pasión nacida desde sus entrañas. Nuestros cuerpos se encajaron sin dejar de acariciarnos, acomodándome encima de ella, abriéndome paso delicadamente hacia el viaje de toda una vida. Ella se ofreció a mí sin ningún tipo de inhibiciones, y juntos recorrimos todo el camino. Seguimos amándonos toda la noche, sin pausas, sin treguas, hasta que llegó la hora de que tenía que partir a su otra vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario