“Después de unos minutos en silencio me gire y la mire, ella hizo lo mismo, ambos mirándonos a los ojos, no necesitamos decirnos nada, nuestras miradas se encargaban de transmitirse lo que cada uno sentía por el otro. Ante mi indecisión, ella se aproximo sin apartar su mirada, a mí se me acelero el corazón pero sentía la necesidad de besarla. Me recree en sus ojos y tras unos instantes mire los labios de ella, ella recibió el mensaje y sabía que estaba a punto de ser besada. Cerró los ojos y me aproxime, despacio, hasta rozar mis labios con los de ella. Nuestros corazones latían con fuerza y ambos nos fundimos en un apasionado beso, nuestros cuerpos se estremecieron mientras nos abrazamos.”
Diario de un romántico
Fer Ferrer, poeta y novelista
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