Después de tanto tiempo estamos tú y yo hablando de lo que podría ser y nos provoca una frágil tristeza. Estamos a medias marcados por tus miedos e inseguridades y me llenas de rabia. Haces gala de la contrariedad y sin saberlo estas matando nuestro amor. Me pregunto -¿qué pasará? Y yo quisiera imaginar que todas tus palabras contienen sinceridad. Piensas que dejando pasar el tiempo todo se solucionara sin nada más que hacer, pero se me está congelando el alma. Estoy convencido que siguiendo mis consejos que son mucho más que teorías verías que con el pasó de los días esta agonía se volvería alegría mutua. Ahora sólo vivo con la memoria, con la añoranza de nuestros mejores días, puedo argumentar que te extraño pero me falta aquella mujer que sentía que la vida era poca para ser amada, llena de valentía y dispuesta a arriesgar a cada instante. La que siempre con la mirada conectaba una caricia con la lujuria, aquella mujer que sonreía para decirme que junto a mi era feliz, que sentía miedo a perderme, que podía expresar cuanto cariño guardaba, esa mujer que amaba con las piernas trenzadas en la cintura de su mejor historia, la que de un beso hacia una leyenda, la misma que buscaba mi mano apresurada para agarrarla, extraño a la mujer que fue cuando nada parecía intencional y todo lo nuestro le importaba sin exagerar. Y aquí sigo yo que me conoces, esperando impaciente la última batalla, peinando la brisa mis lágrimas. Ahora parece que tengo más tiempo que vida, mantengo con morfina los sentimientos y el alma sigue en coma, entre la realidad y lo que podría ser, amarnos como lo hace el viento y el tiempo que son amantes incansables.
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