Te
he escrito desde la primera vez que nuestras vidas se cruzaron, incluso
antes de conocerte. Cada vez que lo he hecho he tratado de construir un
puente que nos acercara más a lugares que no conocíamos de nosotros
mismos, a ese lugar que tu siempre has llamado el fin del mundo. Sin
embargo del otro lado, de tu lado, nunca se ha puesto ni una sola piedra
para que ese puente fuera terreno fértil donde
el amor y el universo conspiraran a nuestro favor. Y cuando un puente
solo se sostiene de un lado acaba por derrumbarse. Mientras yo he
reconstruido todo aquello que tú ibas arrasando con tu pasividad y
actitud, tú te has limitado a que el tiempo pasará sin hacer nada por
remediarlo. Has vivido nuestra historia con lamentaciones, escusas,
pretextos y miedos infundados. Aún tienes tiempo, aunque escaso, para
releer todo lo acontecido desde aquel siete de abril, es la última
oportunidad para sentir amor y felicidad.
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