Nunca olvidare la primera vez, nuestros cuerpos acercándose, las miradas fijas el uno en el otro, conectados por el mutuo deseo, luego nublarse y entrecerrarse en señal de búsqueda y entrega, la percepción del calor de la piel a la distancia, la respiración agitada por el deseo y el temor de no saber, y finalmente el roce, el primer contacto de los labios algo cerrados hasta que el deseo vence al temor, y allí el estallido, la profundidad de la humedad, la pulpa jugosa, el gusto del ser amado y la sensación de que el mundo entero nos aplaude.
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