Yo te enseñe el amor mas allá de letras, de poemas y canciones, cuando entre lagrimas, heridas y desilusiones lo buscabas en lugares desérticos, lugares vacíos, donde oasis te seducían hasta lograr cautivarte, pero como una crónica anunciada, cuando menos lo esperabas toda la fantasía que formabas se convertía en puñal de doble filo, el cual era clavado en tu corazón hasta por poco destruirlo, quedando allí, en aquellos desiertos ya sin fuerzas; yo te hice ver lo efímero y fugaz de lo que te ofrecían otros brazos, como las palabras que supuestamente sólo eran para ti en otros oídos reposaban, y hoy a otro corazón logran cautivar, quizás de la misma forma que con el tuyo lo hicieron. Y yo, allí en el mismo lugar, vivía contigo, sin importarme donde estuviera tu cuerpo, sin prisa, ni desconsuelo, en un eterno silencio que parecía un verso, solo con tiempo para amarte, sin excusas ni fatigas que me impidieran la búsqueda, y tu sin darte cuenta me había quedado en tus ojos tiernos y brillantes, reflejado en ellos; los verdes del camino te saludaban y te alimentaban. Ellos sabían que yo estaba dentro, en el bosque de tus sentimientos, esperando por ti.
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