"AQUEL DOCE DE ABRIL"

Aquel doce de abril llegaste al andén decidida y seductora, me habías pedido un lugar íntimo donde seguir conociéndonos sin el temor a ser descubiertos. Para esa velada te habías vestido elegante y exquisita, un lujo para mi deleite. Deseaba impresionarte, ofrecerte que te liberaras de todo y dejaras fluir tus deseos pecaminosos. Para que te fuera más fácil pecar y no te sintieras culpable por tu atrevimiento. Estimule tus cinco sentidos, te abordé intensamente para hacerte sentir viva y sensual, ardiendo de ganas al verme hirviendo de deseo por ti. Desatamos la pasión a los pocos minutos, pronto todo se convirtió en mágico, en un mundo místico de los deleites más sensuales, comienzo de una noche lujuriosa y afrodisiaca. Nuestros besos eran una rica combinación de bebida espirituosa, quemándose nuestros labios al inicio caliente y embriagador que cortaba la respiración sintiendo una deliciosa asfixia pasional. Tu cuerpo poco a poco se iba incendiando, anhelando cada vez más en una resaca erótica. La dulzura sazonada con la pasión, la locura, la fogosidad y un aderezo de palabras tiernas al oído. Mis primeras caricias incendiaron lentamente tu cuerpo, bajando despacio por tus senos casi llegando a tu corazón, deslizándose suavemente a tu cintura y tiernamente llegando al sitio más cálido de tu cuerpo. Despojada de tus ropas sentiste el roce de mis labios por tu piel hasta llegar a tu lugar más íntimo, permitiendo que tus líquidos se convirtieran en un brebaje que se disolvía en mi boca; sintiéndolos entre mi lengua y mi paladar hasta conseguir que el placer te hiciera mutar a una tierna felina, insaciable pidiéndome que te cubriera suavemente con mi cuerpo, que me adentrara hasta tus entrañas. Mi gusto exigente por primera vez se sentía colmado en todos mis anhelos. En el gozo placer de una sublime penetración obedecía todos tus impulsos, apretándose nuestros cuerpos en un delicioso abrazo interior hasta llevarnos al ansiado clímax.