Desperté el uno de enero con el inmenso deseo de quitarme el peso del alma que durante tantos meses he llevado, el peso de la verdad a tus mentiras y engaños, ese dolor y sufrimiento que durante tanto tiempo he callado. Ya en ese fugaz encuentro la noche del treinta y uno de diciembre algo te mencione, con la esperanza de no ser yo el que me saque lo que me envenena por dentro, si no que tú en una verdadera prueba de amor te sinceraras conmigo. Ya sé que no era el momento, pero parece que por una u otra razón tu solo quieres dejar pasar el tiempo. Lo nuestro sin verdad tiene difícil camino, además de que estoy cansado de la rutina de tu olvido. Parece que solo estoy para ti cuando no encuentras solución a tus problemas, mientras tengo que ver como a otros muchos das lo mejor de ti, mientras te regocijas públicamente mostrando una vida de felicidad y ensueño, sin importarte lo más mínimo que a mí me haga sufrir. Pasan las noches y en nuestra cama no duermes, pasan los días y evitas verme. Y quieres que sienta tan solo por dos palabras escritas. Y hablando de poemas y escritos ya más ignorados los que cada día hago para ti no los puedo sentir, y es más que seguro que este también.
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