Cuando te vi por primera vez pensé que eras puro cielo, que habías descendido hasta las profundidades de mi alma para acariciarla. Pensé que me salvarías de una vida en que el amor solo existía en mis escritos, pura ilusión y utopía. Pobre de mí que confié en ti sin habértelo ganado, que creí en aquella mirada de mujer enamorada, no sabía que el engaño y la mentira tienen mil caras y disfraces, pero pobre de ti qué prefieres vivir bajo el auspicio de la falsedad y la hipocresía.
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