Esa noche culminó en un instante que parece haber marcado mi memoria, no olvido sus palabras, seguramente se tatuaron en mis venas. "Yo te amo, eres la mujer de mi vida", esas palabras enfurecidas de cariño fueron las tormentas más indeseables, las causantes de todos mis dolores. Ocurrió una pausa. Lloraba, los ojos almendrados se convirtieron en un océano, y por un instante mis dudas desaparecieron, y al fin supe que sus sentimientos eran iguales a los míos, y habló: “No es posible nuestro amor”. Mi sangre se heló. Mi pulso dejo de existir, pues yo ya no existía. Me parecieron sus palabras estaban en hebreo, idioma que nunca he podido entender, al igual que este dilema. Mis ojos eran torrentes de agua salada, y aumento su caudal al despedirme de aquella joven incógnita que tanto amé.
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