Parecía que sus tejanos fuesen su segunda piel. Desde su cintura a sus piernas, podía ver las diferentes partes de su cuerpo bien delimitadas y contorneadas. Hizo un gesto que repitió diversas veces y que me fascinaba observarlo: Ver sus manos agarrando sus pantalones a la altura del cinturón y subírselos con intensidad. En ese preciso momento aparecían todas las comisuras y profundos relieves que las mujeres habitualmente mantienen ocultas. En sólo un instante sentí y absorbí todo aquello que había visto, esto me produjo un leve cambio de temperatura en mi cuerpo e hizo que la noche tomase un nuevo rumbo.
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