Cuando ella vino a por mí caminaba en soledad por la vida, esa soledad que solo se siente en el alma y en el corazón, a pesar de tener tanta dulzura en su mirada, tanto amor para dar en su corazón. Era una prófuga del amor para no volver a ser maltratada, para no reabrir heridas del pasado, escondiendo la verdad de sus ruegos, de sus anhelos para no ser lastimada. Había huido durante años de todo acercamiento al amor. Temía perderse en un paraíso sentimental, durante mucho tiempo prefirió vivir en abstinencia de sensaciones para evitar un caos personal. Ahora no sabe cómo manejar la situación, y la dulzura ha pasado a convertirse en ira, y yo el blanco de toda ella. Pero la conozco bien, más de lo que ella pueda llegar a pensar, por eso sigo aquí, esperando que se produzca el milagro y escuche a su corazón, que vea la luz del camino que le conviene tomar.
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