El desamor, en sí mismo, no existe. Es uno más de esos conceptos que utilizamos, pero realmente es imposible. El amor nunca deja de ser amor, si alguna vez dejamos de amar a alguien que pensábamos que amábamos, entonces, no era amor; eran ilusiones, era fantasía, era ego disfrazado, nos gustaba cómo nos sentíamos en presencia del otro, o aquello que nos brindaba, pero, no era amor.
El amor nunca se pierde, el amor es eterno. Uno no puede deshacer el amor, no se puede dejar de amar (cuando se ama verdaderamente). El problema está en que la mayoría de las personas no saben amar. Confunden comodidad, interés, sensualidad, compatibilidad, con amor. El amor es mucho más que todo eso. El amor es incondicionalidad. El amor es ayudar al otro, más allá de lo que recibamos a cambio. El amor es el deseo total de dar desinteresadamente. El amor es acompañar y alentar para que el otro sea su mejor versión de sí mismo.
El amor más desinteresado que conocemos es el amor de un padre o una madre por su hijo. Quizá sea ese el modelo que podamos adoptar para intentar proyectarlo en el resto de nuestros vínculos. Tenemos que aprender a amar de verdad. Esa es la única meta de nuestra vida. Aprender a abrir el corazón, y dejar de mirar tanto qué obtenemos a cambio.
Sé que no es fácil, pero no hay nada más hermoso que amar y ser amado, desde la incondicionalidad.
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