Me estaba preguntando porque nos conocimos, quizás una situación del destino, aunque no tengo la menor duda de que tú lo provocaste, era lo justo y fue todo un placer perderme en tus labios. Lo primero que encontré fue tu par de ojos, tan plenamente profundos, expresivamente inmensos hablándome de que estabas enamorada de mi, nostálgicos y necios, fríamente tiernos y con la caricia del fuego, tu mirar de aquel primer día es algo que no logro explicar porque tengo grabados tus ojos tan perfectos y seguros, así no puedo ni pensar y sólo me atrevo a recordar tu rostro. No puedo evitar repasar en mi cabeza cada milímetro de tu anatomía, tu esencia y tu atrayente alma. Ahora que siempre estas ausente te llevo en mis recuerdos en todo momento, por la necesidad de no olvidar que estuvimos vivos. Nosotros tan juntos, tu cuerpo fue la lujuria, mi beso la tinta de la historia, tu mirada la palabra, mi caricia la pregunta, tu sexo los secretos, mi éxtasis tu recurrente curiosidad, fuimos más de lo normal, tal vez la culpa de lo que no podíamos evitar. ¿Porque yo, habiendo tantos hombres? Quizá por la misma razón por la que nunca pude amar a otra mujer antes de ti, eras tú lo supe cuando respire tu oxígeno, lo sentí cuando tus ojos se clavaron en mi sentido, lo veía venir lentamente seduciendo el tiempo. Juro que eres lo mejor que me ha sucedido en mi vida, estoy completamente convencido aunque cada día te siento más lejos.
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