Cuando confías ciegamente en ella, crees en sus palabras, aunque sus actos te estén diciendo lo contrario, y de repente tu que siempre has estado ahí incondicionalmente, apoyando, ayudando, demostrando, sufres las secuencias arduas de rechazo y abandono, las palabras más duras que jamás oyeron tus oídos, te hace responsable de todas sus desdichas, aunque te haya metido en el fango de sus problemas, simplemente porque has dado todo de ti, incluso más de lo que te era posible, y ahora no puedes, no porque no quieras, si no porque se te han acabado los recursos, y entonces se va alejando, poniendo distancias, con silencios, arrebatándote lo poco que tenías de ella, y te quiere hacer ver que eres tu el que has cambiado, y en realidad es ella la que ha ido llevándote por una montaña rusa, dónde un día te hacía tocar el cielo y al poco te mandaba a los infiernos.
Cuando quiere irse sin despedidas, sin arrojar un triste adiós, tampoco un esperanzador hasta luego, quiere desparecer, hacer como si se le tragara la tierra, hacerse invisible, ilocalizable, dejándote a ti en la miseria, angustiado, cayendo en un desnivel de estados de ánimo y en un caos emocional, aunque tú sigues deseando colaborar, amparándola, protegiéndola, socorriéndola, pero no consigues otra cosa que toparte con su orgullo, con sus temores, con sus miedos, con sus pánicos, sin escucharte, sin atender a razones, con sus repetidos errores, aunque piense que nada es culpa suya, que los culpables con otros, incluso tu mismo.
Cuando te acusa de que no le demuestras que eres su hombre, aunque lo hayas hecho muchas veces antes, y te preguntas, ¿Cuándo ella me demostró que era mi mujer?, te llega el desaliento porque en tu corazón siguen intactos tus sentimientos, no te importan ni sus palabras, ni sus actos de continuo rechazo, porque eres consciente de los momentos delicados por los que pasa, la exculpas, ni siquiera piensas en el perdón, no tienes nada que perdonarle, sólo esperas que una luz divina la ilumine, le permita volver al raciocinio, a escuchar a su corazón, aunque sufras, aunque te invada la desazón, la agonía, aunque no deje de herirte, te tragas tu orgullo porque lo que realmente importa es ella, es el amor incondicional que le tienes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario