La primera vez que la tuve en mis brazos fue como renacer de un río la noche suspendida de sus labios, y al instante todos los deseos fueron ave anidándose en mi pecho, bajo un mismo cielo el universo desgarrando sus estrellas convirtiéndonos en dueños de todas ellas, aquella noche fecundo en nuestros corazones la fe de que el amor verdadero existe cuando dos almas destinadas a encontrarse se acarician.
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