El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por la persona a la que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos. Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar a la persona que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde surgen fortalezas donde antes no las había.
El amor nos da el valor de luchar por nuestros sueños, dar la vida por los que llevamos en el corazón, modificar nuestra propia existencia, cambiar nuestro ser, rebasar el límite de nuestras potencialidades, para respetar a los seres que amamos, para sonreír a pesar de las adversidades, de la humildad para pedir perdón, la grandeza de la comprensión, la nobleza de perdonar. El amor nos da el poder, para manifestar nuestras emociones, para alcanzar estrellas, para convertir nuestros sueños en realidades, entregar nuestra vida por quien amamos. El amor nos transforma en seres superiores, nos despierta nuestra capacidad de asombro, nos da la sensibilidad de la contemplación, nos impulsa a niveles infinitos, nos da la fuerza para recorrer nuestra vida con un espíritu invencible y nos impulsa a alcanzar lo imposible. El amor es la fuerza que Dios deposita en el corazón de dos personas para que se amen, a cada uno corresponde decidir vivir como un paladín o un cobarde, como un conquistador o un conformista, como un ser excelente o un mediocre, como un ser lleno de luz o quien permanece por siempre en la oscuridad, el amor hace nacer la fuerza para atrevernos a ser auténticos con la persona que amamos.
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