domingo, 14 de diciembre de 2014

"LLEGASTE"

Llegaste a mi vida cuando ya no te esperaba, cuando yo me encontraba en otra fase en la que poco o nada necesitaba, con todo lo que había conseguido me era suficiente, solo deseaba pasar el resto de mis días en paz conmigo mismo, ver crecer a mis hijas y cuando ellas tuvieran encauzadas sus vidas marchar a otro lugar, un lugar que ya conozco y que era mi ideal retiro para terminar mis días, dedicarme a admirar la belleza de este mundo, lo bueno que tiene la vida y escribir, no para convertirme en un escritor, escribir para dejar un pequeño legado de la sabiduría que te dan los años y que pudiera ser un bonito recuerdo para mis hijas y tal vez algún día para mis nietos. Yo no necesitaba desvelar mi sueño pensando en tu bien, no quería tomar tu mano y escribir una historia que parece que jamás terminará, al final lo que nos ha sucedido en verdad es maravilloso es una perfecta obra que muy pocos pueden conseguir a lo largo de sus existencia, los dos al fin encontramos el amor, amar y sentirnos amados por la misma persona a la que amamos. Algo raro había encontrado en aquellas breves conversaciones que tuvimos, parecías tan perdida, con tantas ansias de vivir, de ser feliz, de que todas tus plegarias se hicieran realidad, por esa razón te di mi número y acepte jugar con la vanidad, a los cinco minutos de tu primera llamada ya tenía tu primer suspiro convenciendo violentamente a mi razón de un intento más porque al fin encontrara a la mujer de mi vida. Total que pocos días después te vi en aquel andén, y me dije; es lo más hermoso que jamás siquiera puede imaginar que existiera, me conmovió tu mirada de ternura y los restos de inocencia a pesar de todo lo que habías tenido que vivir. Mi ego se elevó tanto al verte enamorada de mí que cuando te metiste en mis pupilas morí, deje de pensar en las travesuras que contigo haría y morí ahí. La verdad vi algo en tus ojos que explotó mi sentimiento y me dije a mi mismo que tal vez fueras tú la que siempre espere, sufrí un colapso por dentro que me llevo al edén, y cometí el peor error; baje las defensas y olvide que no eras libre, me convencí que aunque no lo fueras deseabas serlo para entregarte completamente a mí. Supe que por fin habías llegado, tarde y contrario a todas las posibilidades, pero estabas por fin en mi universo. Me había llegado también el momento de encontrar el verdadero amor, deje todas las armas y recursos, acaricie tu mano y te besé, primero te sorprendiste pero más tarde fuiste tú la que tomaste la iniciativa, y ya sabíamos los dos que nos habíamos perdido, que no había marcha atrás. Después llego nuestro segundo encuentro, y un tercero, y en este te sinceraste conmigo y me contaste algo demoledor, pude haber desaparecido como me aconsejo cada uno de mis demonios, pero me quedé contigo, me lo jugué todo, todo lo arriesgue, te tome de tus manos, y te lleve hasta el lecho donde te volví hacer gemir sin recordar lo que unos minutos antes me habías contado. He llorado mucho cuando estas confundida, te he mandado al diablo cuando me gana el desasosiego, el miedo de que nunca en verdad estemos juntos, te sufro cuando por las noches me envenenan los celos y las ausencias. Las horas que juntos hemos pasado eran pocas para hacer tantas locuras y memorizar tu piel. Pero si te veo sufrir, le suplico a Dios, hago pactos con el diablo, vendo mi alma en pedazos, elevo ruegos y pido castigos para mí con tal de nunca verte mal, por jamás verte sufrir. Sí, yo el hombre que he tenido muchas amantes, el que pensaba que el amor nunca llegaría a mi vida. Es el mismo que dejó todo por estar unas pocas horas contigo, el mismo que está dispuesto para regalarte sus días y noches, que no sólo quiere desnudar tu cuerpo, el mismo a la que has hecho llorar con tus indiferencias, el que te escribe tantos poemas y escritos entre confusión y recuerdos, este mismo que dio todo lo que ni tenía por conocer la vida y el amor en tu compañía. Todo fue por un nosotros, por tener sentido y una razón, todo fue por verme en ti y amarte sin fin. Ahora pienso que debí de huir después de nuestro tercer encuentro, o tal vez nunca haber cedido al primero, porque no creía que serías tú quien tendría que huir.


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