Nunca antes en toda mi vida me sentí solo, es ahora que al fin llegaste cuando tus ausencias me llenan de soledad. Creía que la soledad me mataría de tristeza, el no verte y tener que aceptar la realidad de tu indiferencia parece una guerra ya perdida, pero sigues aquí. Te siento a mi lado cuando intento dormir y todo es desvelo, me llegan los recuerdos de tu mirada, me sigue acariciando cada suspiro y te hablo de todo igual que cuando nos escondíamos en nuestro mundo. Aspiro profundamente y aun siento tu aroma inconfundible impregnado en nuestra cama, y cuando ya no soporto más no encontrarte entre las sabanas y me levanto, cuando aún faltan muchas horas para que salga el sol de las mañanas me acompañas de alguna manera, sabes, tienes aún la más bella sonrisa que jamás vi. Si pudiera hablarle a alguien de lo nuestro abiertamente seguro que me dirían que la mejor opción es olvidarte, lo sé porque es justo el consejo que le daría yo a alguien que me contara una historia como la nuestra, pero hay que vivirlo para saber el verdadero significado de lo que eres para mí, a lo que me aferro aunque sea engañarme a mí mismo. Verte dormir como una niña y a la mujer apasionada, escuchar tu mirada, conocer el interior hermoso de tu silencio, sólo tú y yo sabemos lo mucho que sigues importando en mi vida y las tantas cosas que nos regaló la vida compartida. Eres cada letra mía, yo escribí con verdadera pasión desde que llegaste a mi vida, comenzó nuestra ironía y te hiciste tinta de mi alma, no puedo escribir sin pensar en la mueca que hace en este instante tu mágica sonrisa.
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