Me haces vivir en un mundo tan lleno de sensaciones encontradas, me llevas en pocas horas en viajes de ida y vuelta entre el cielo y el infierno, aunque a decir verdad soy yo el que te ha convertido en cielo mientras tú no dejas de regalarme infiernos. Son tantas veces las que me haces sentir las ganas de dejarte, pero luego cuando estoy a punto de hacerlo, cuando con tu ira, tus desprecios, tus desplantes, tu poco valorarme, esa manera tuya de olvidar lo importante que es la humildad, que el orgullo puede servir para pocas cosas y nunca para el amor, cuando me pones al límite de mi paciencia, cuando por mi mente pasan todos los momentos vividos, los buenos y los no tan buenos, los que hemos pasado juntos y las incontables ausencias, tu manera de compararme, de exigirme, de hablarme de que no me haga ilusiones, cuando te crees cargada de razones totalmente ilógicas, en el último suspiro en el que me falta el aire y sólo veo tinieblas en lo nuestro, trato de llenarme de la valentía suficiente cogiendo el ultimo hilo de oxigeno que me has dejado para pronunciar las palabras fatídicas que acaben de una vez por todas con este sufrimiento, una leve brisa acaricia mi alma y corazón y me inundan los temores.
Temo no poder volver a encontrar otros ojos como los tuyos, tengo tanto miedo a tener que olvidar tu mirar en aquel andén, esa forma que tienes de hablarme con ese movimiento de tus labios que deseo besar a rabiar, temo que pierda la memoria por culpa de la conciencia y se me confundan todos nuestros recuerdos. Tal vez por temor es que te escribo, quizá porque es una forma de minimizar tanto el dolor, puede ser que entre versos busque hacernos verbo, y ahora me pides que deje de hacerlo y no puedo, es superior a mis fuerzas. Tengo miedo y no me da pena aceptar que un adiós me dejaría sin fuerzas y motivos para vivir, la verdad últimamente casi todo es aburrido y me lleno de hastío, siempre hablando de lo mismo, de problemas, de excusas, de pretextos y nunca de nosotros, de nuestro amor, me mortifica otro cigarro consumido, no puedo leer y tampoco me distrae nada, pierdo la concentración en todo lo que hago y mi mente no sabe en qué pensar, si en los recuerdos de los momentos vividos juntos o en los interminables días en que no te veo, estoy mal, pero nunca me repondría de tu pérdida dejando mi vida en agonía.
Temo tener que acoplarme a otra, cuando tengo memorizado tu cuerpo, comprendo tu sexo, persigo tus pensamientos, asusto tus miedos, nuestra intimidad es un delirio, limpio tus errores y limo los dolores.
Contigo invierto muchas madrugadas analizando tus caricias, muchas mañanas buscando que el sol no opaque tu sonrisa, muchas tardes comprendiendo tu sensibilidad y esas pocas noches infinitas en que nada ni nadie podría mejorar tu compañía.
Después de nuestro primer encuentro, o de la primera noche que pasamos juntos, o tal vez cuando me contaste lo que imposibilitaba que estuviéramos juntos, pudimos haber sido nada, algo irreal pero tú para mi eres ideal. Tal vez por ello temo tenerte algún día que dejar, no podría olvidar a quien le da vida a mi existencia, no podría aceptar que no estás, si quisieras podría ofrecer hoy todo lo que me queda sólo por tener tu mano entre las mías, porque ahora cada lágrima amenaza con engrandecer los temores de este amor que se aferra entre suspiros a la ironía.
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